Podemos debatir con la inteligencia artificial. No porque la IA sea un nuevo sujeto moral ni porque merezca el estatuto de interlocutor privilegiado, sino porque cada intercambio revela algo sobre nosotros. Las máquinas, al responder, nos devuelven una imagen invertida de nuestras expectativas, de nuestros sesgos y de nuestras fragilidades psicológicas. Y ahí emerge la pregunta que todos, en algún momento, nos hacemos: ¿hasta dónde puede persuadirnos una máquina? ¿Puede, incluso, argumentar mejor que un ser humano?
Repercusiones en otros medios: vivafm979.com.ar