Las retenciones a las exportaciones agropecuarias (CT-C25-ARNCECO)

Las retenciones a las exportaciones agropecuarias: análisis de una medida controvertida;

Código Casoteca: CT-C25-ARNCECO

Autor: Raquel Sastre

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Resumen:

Corría el mes de julio del 2016, el día había amanecido frío y lluvioso, otro día más gris en ese invierno que parecía prolongarse indefinidamente. El I
CT-C25-ARNCECO Rev. 03/2017
ngeniero
Agrónomo Nicolás Venancio Álvarez Calderón, estaba sentado en su despacho pensativo. Al inicio del año había sido convocado por el nuevo gobierno electo en diciembre de 2015 para el cargo de Ministro de Agroindustria. Por supuesto, cuando recibió el ofrecimiento aceptó gustoso. Se sintió muy honrado y también reconocido en
la labor comunitaria y política que desde algunos años venía desarrollando.
Oriundo de una familia con tradición agropecuaria en la provincia de Santa Fe,
Nicolás había dedicado su vida al campo. Además de sembrar en las propiedades de la familia, arrendaba tierras en la zona de Perdices, provincia de Entre Ríos, y era muy respetado por sus conocimientos técnicos y su calidez humana. Su perspectiva del sector agropecuario industrial siempre la vivió desde el sector privado y participaba de entidades gremiales patronales. Ahora, en el sector público, veía la situación desde otra
perspectiva y esto lo preocupaba.
El gobierno anterior no había tenido buenas relaciones con el sector
agropecuario, entre otras razones, por mantener las retenciones a las exportaciones de granos (trigo, maíz y soja) durante 13 años. Había vivido muy de cerca la tensión entre el sector público y el privado en el 2008, cuando el gobierno intentó cambiar el régimen de las retenciones haciéndolas móviles y aumentándolas en función del alza de los
precios internacionales.
Recordaba los cortes de ruta y los reclamos del sector que, al final, consiguió
que no se pusiera en vigor la medida propuesta por el gobierno. Durante la campaña política, previa a las elecciones presidenciales del 2015, el partido opositor PRO conformó la Fundación PensAr. Su objetivo era articular grupos de trabajo para abordar los temas cruciales de cambios que se deberían implementar. Nicolás había participado activamente del grupo dedicado a los agronegocios y el 8 de 2014 se publicó un
documento titulado Propuesta de Política Agroindustrial (ver ANEXO 1).
El 25 de agosto de 2015 el candidato del partido opositor PRO, que resultó el
presidente electo, reafirmó su promesa de campaña de eliminar las retenciones a todos
los cultivos, menos a la soja que se reduciría a razón de un 5% por año.
Ese lunes Nicolás había acabado de salir de una reunión de Gabinete con el Presidente. Se levantó de su mesa pensativo y se acercó a la ventana. Pudo ver el reflejo de su rostro que, a pesar de tener 42 años ese día parecía tener muchos más. Las presiones llegaban de todas partes. Cuando el nuevo gobierno asumió en el 2015 inmediatamente cumplió su promesa de campaña y redujo la retención de la soja del 35% al 30% (Decreto 133/2015).
Los productores de soja asociados en la Asociación de la Cadena de la Soja de Argentina (ACSOJA) querían más, pedían el otro 5% de reducción para la campaña 2016-2017. La siembra de soja de la campaña 2016-2017 se realiza en la primavera, pero los productores presionaban para saber con anticipación si verán reducidas las retenciones para decidir cuánta superficie implantarían y adquirir las semillas, uno de los insumos de alto costo y obtener rentabilidad. Nicolás se había reunido la semana anterior con ellos y hubo una tensa discusión. Desde el otro lado de la mesa, les confesó a los productores que las necesidades fiscales quitaban margen para un nuevo recorte: “seguirán en el 30%”, les dijo y agregó: “Hay situaciones delicadas y la decisión no pasa exclusivamente por mí. Somos parte de un gabinete económico y vamos a dar nuestra posición, pero entiendo que hay situaciones que han cambiado respecto de lo presupuestado como es el caso de las tarifas, y todos tenemos que acomodarnos a la realidad. Vamos a reunirnos la semana próxima con el Presidente y con el Ministro de Hacienda y Finanzas Públicas para ir avanzando en esta dirección, pero no es un tema que estemos tocando actualmente en el Gabinete”.
Nicolás debía enfrentar un dilema: mantener las retenciones, aun incumpliendo una promesa de campaña o eliminarlas. El argumento que escuchó de los funcionarios del Gabinete que se oponían a eliminarlas era que la rentabilidad del sector agrícola era muy buena en el caso de la soja, considerando que los precios internacionales en junio habían subido un 23% con referencia a los precios promedios del primer trimestre de 2016 y que se comercializaba alrededor de los US$ 400 la tonelada en el mercado de Chicago. También señalaron que, con la reducción en diciembre del año pasado del 5%, el sector recibió un plus de US$ 1.200 millones en sus ingresos y consideran que no son tiempos para otro sacrificio fiscal.
Por su parte los productores de soja, representados por el presidente y el vicepresidente de ACSOJa, le habían asegurado que por culpa de lluvias excesivas en la campaña anterior hubo mucho rechazo de granos con alto contenido de humedad y que en zonas productivas como la provincia de Santa Fe, reparar el daño climático implicará a un gasto aproximado de $45.000 millones (ver ANEXO 2).
El Presidente fue claro esa mañana. Le dejó a Nicolás la autonomía para tomar la decisión sobre las retenciones, justificarla y comunicarla al sector privado. Algunas semanas atrás Nicolás había contactado a Jan Niegrzeczny, un especialista en políticas públicas en el área de los agronegocios y le pidió que elaborara un informe con recomendaciones. Por la tarde se reuniría con el asesor para analizar su propuesta y tomar una decisión: seguirla o elaborar una propuesta alternativa. Nicolás debía prepararse ¿Por dónde comenzar?
En ese momento Nicolás recordó a su antiguo profesor en la Facultad de Agronomía, Felipe Villanueva a quién admiraba por su profesionalismo y su equidad al analizar la compleja trama de la cadena productiva agropecuaria-industrial en la Argentina. Con simpatía, afabilidad y, a veces, una fina ironía el profesor dictaba sus clases de Cadenas de Agronegocios y permitía que lo grabaran. Felizmente Nicolás había guardado las transcripciones de sus clases. Se levantó rápidamente de su sillón, pidió un café a su secretaria y comenzó a repasar las enseñanzas de su admirado profesor.

El despegue argentino: 1853 – 1930 (CT-C9-ARNCMOE)

El despegue argentino: 1853 – 1930: modelo de país y coordinación de las Políticas públicas

Código Casoteca: CT-C9-ARNCMOE

Autor: Martin Lopez Amoros

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Resumen:

Entre 1870 y 1914 occidente transcurrió un periodo de paz y desarrollo económico sin precedentes. Las mieles de la reciente revolución industrial moldearon un nuevo tipo de orden mundial en el cual Argentina se insertó como un actor relevante. Lamentablemente, el estallido de la Primera Guerra Mundial –o Gran Guerra, para sus contemporáneos- marcó un cambio profundo y drástico en las relaciones económicas internacionales. El conflicto bélico puso fin al crecimiento financiero, comercial y demográfico de las potencias para dar comienzo a un periodo oscuro en el que se revertiría buena parte de las conquistas económicas alcanzadas hasta ese momento.
El contexto imperante hasta entonces había sido de vital importancia en el desarrollo y auge del modelo de crecimiento y desarrollo económico argentino, el llamado Modelo Agroexportador. Aunque no exento de dificultades, este modelo, apoyado fundamentalmente en la inserción de la Argentina en el esquema de división internacional del trabajo mediante la explotación de sus ventajas comparativas, había permitido al país alcanzar significativas tasas de crecimiento que no volverían a observarse en la historia posterior.
El estallido de la Gran Guerra marcó entonces no sólo un lamentable punto de inflexión para la historia mundial (nunca antes un conflicto bélico había alcanzado tales dimensiones) sino que además, y esto es lo relevante para este caso, marcó el final del “mundo ideal” para el Modelo Agroexportador. A partir de ese momento, las lentas pero continuas transformaciones comerciales que surgieron como respuesta al nuevo orden mundial convirtieron, gradualmente, a Argentina en un actor secundario.
Hoy existe un amplio consenso, impulsado en primera instancia por detractores contemporáneos al modelo pero luego continuado por la corriente revisionista nacional, que sostiene que este cambio de paradigma en la economía mundial generó, en la práctica, que el Modelo Agroexportador se tornara inviable como modelo de crecimiento y desarrollo a mediano plazo. Pero hay mucho menos consenso en torno a lo evidente de esa sentencia para los policy makers que debieron tomar decisiones a partir de 1914.
Dado que las decisiones de política económica deben tomarse en tiempo real, con todos los condicionamientos que esto implica en torno a la disponibilidad de información, surge como válida la pregunta: ¿había argumentos suficientes, en 1914, para abandonar un modelo económico exitoso y comenzar a transitar el largo y sinuoso camino del cambio de modelo económico? Tanto historiadores económicos contemporáneos como Aldo Ferrer o Mario Rapoport, o más cercanos a aquel periodo, como Alejandro Bunge, han manifestado que fue un error de política mantener el modelo agroexportador, lo cual supone que la información existente en ese momento era suficiente para tomar un camino alternativo. Otro conjunto de historiadores, con referentes como Pablo Gerchunoff, entienden que el rumbo que tomaría la economía internacional no era tan claro en ese entonces y que, por lo tanto, mantener el modelo preexistente no era ilógico a la luz de esa información.