Productividad Inclusiva

«La historia de la productividad es, en esencia, el registro de los esfuerzos del hombre para salir de la pobreza.» John W. Kendrick (1961)

Esta frase del economista estadounidense, pionero en estudiar y medir la productividad, resume el espíritu del proyecto «Productividad Inclusiva», del IAE Business School y la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral, y explica por qué la temática fue cobrando relevancia. 

¿Por qué pensamos en la productividad inclusiva (PI)?

Porque la vemos como el mejor camino para crecer con progreso social. La productividad sin inclusión no es aceptable, ni política ni socialmente. Y la inclusión sin mayor productividad, no es sostenible. 

Claves para lograr la productividad inclusiva

  • Invertir en capital humano y físico
  • para crear empleos formales
  • como eje central de la lucha contra la pobreza y la desigualdad


Este trípode se funda también en que, en la Argentina, las políticas de desarrollo no han sido eficaces y ha caído la eficiencia del uso de los factores productivos. Al respecto, surge claramente de la nueva ola de estudios de productividad, especialmente los realizados por Nicholas Bloom (https://nbloom.people.stanford.edu/) y sus colaboradores, que la inversión en capital humano debe incluir, crucialmente, la mejora de la calidad del 
management de las empresas, dado su rol determinante en la productividad y en las exportaciones. La PI no es pues sólo una cuestión del Estado, es también de las empresas y de sus trabajadores. 

Políticas para la inclusión

El sector público debe dejar de ser una caja negra y, cumpliendo parte del contrato fiscal, debe publicar un informe anual, en los tres niveles de gobierno, que muestre su producción y productividad. Entre ministerios, secretarías y subsecretarías, el Estado nacional tiene 274 organismos, además de una treintena de gabinetes de asesores. Un volumen inexplicable, contrario a la productividad y a la inclusión de los más necesitados. 

Pese a los progresos del INDEC, todavía debe mejorarse sustancialmente la información. Un ejemplo es corregir la subdeclaración de ingresos en las encuestas de hogares, que subestiman la desigualdad y sobreestiman la pobreza, sin negar la gravedad de ambos males en la Argentina de hoy. 

Como ninguna otra, esta inversión aporta al mismo tiempo a la productividad y a la inclusión y es el núcleo central de la PI en un país como la Argentina. Posible instrumentos son una nueva ley de financiamiento educativo, vinculado a metas; fortalecer el combate contra la desigualdad educativa, con escuelas ricas de jornada extendida para los más pobres; continuidad de las evaluaciones censales, con devolución de resultados a las comunidades educativas para la mejora escolar; un nuevo contrato docente, con incentivos a los logros, optativo para quienes ejercen y obligatorio para los ingresantes; especialización de los institutos de formación docente; jerarquizar la preparación para el trabajo en la educación primaria, media, terciaria y en la formación profesional; inducir más vocaciones en ciencias duras y tecnologías; en el nivel superior, informar a los estudiantes las perspectivas de las profesiones que eligen (sólo se hizo en el año 2000); mejorar la articulación con el secundario; aumentar la cantidad de becas, financiadas con un impuesto a los graduados (como en Entre Ríos o en Uruguay) y mejorar continuamente su pertinencia, arraigo y relevancia, identificando las áreas de vacancia por regiones. 

La Argentina necesita invertir en capital físico no menos de un 20% del PIB (producto interno bruto), 6 puntos o 25.000 millones de dólares más que en 2020. El aumento será gradual pero, para lograrlo, es esencial un rumbo claro y acordado del país y la previsibilidad, que requiere seguridad jurídica protegida por un poder judicial independiente, temas aun irresueltos en la Argentina. Sin un aumento de esta índole no será posible reducir el desempleo, el empleo informal y la pobreza. 

Inversión en ciencia y tecnología, basada en un nuevo plan estratégico y con asignaciones crecientes a las áreas prioritarias. Junto a un rumbo claro del país, esto podría ayudar a reducir la fuga de cerebros que nos afecta, erráticamente, desde hace décadas. 

Para ser tal, la PI debe aumentar la productividad aumentando el empleo. Un camino relevante para eso es bajar el costo laboral no salarial, que en la Argentina supera a dos tercios a los de los países desarrollados. Eso facilitaría la formalización de muchos trabajadores, algo esencial para la PI. También es esencial reemplazar los planes sociales permanentes, salvo la AUH, por capacitaciones laborales personalizadas y posterior acceso de sus beneficiarios al empleo formal. 

En la Argentina pre-Covid era mucho mayor la malnutrición que la desnutrición. Este problema mejoraría si la tarjeta alimentaria vigente tuviera descuentos mayores para los alimentos más nutritivos. La salud es otro componente esencial de la inclusión. El acceso a ella podría facilitarse, gradualmente, con una cobertura universal y una solución financiera para el PAMI, muy compleja. 

Aumentar la inversión requiere reducir la altísima carga tributaria que castiga a la producción y las exportaciones. Hasta tanto se recupere espacio fiscal para reducirla para todos los contribuyentes, pueden licitarse cupos de las rebajas previstas, otorgándolos a quienes más inversión comprometan y más empleo y divisas generen por peso de impuestos rebajados.

Otro modo de incentivar la inversión y las exportaciones es integrar gradualmente la economía argentina al mundo, dando carácter contractual a la protección arancelaria, con magnitudes y plazos que dependan de la inversión comprometida y de los acuerdos comerciales que logre la Argentina.

El país cuenta todavía con una dotación de capital humano con potencial para diversificar la producción y las exportaciones mediante la creación de empleos calificados. La nueva ley es mejorable, por ejemplo, incluyendo a toda actividad económica que genere empleos de científicos, profesionales o técnicos, o que patente descubrimientos.

En la agenda pendiente del proyecto PI figuran las dificultades que se oponen a la plena realización de las mujeres y de minorías, por ejemplo, en el mercado laboral; también, las desigualdades intergeneracionales, en especial la previsional y la ambiental, ambas muy postergadas. También está en mora la esencial cuestión de la vivienda y el hábitat dignos.

Empresas y trabajadores

En una sociedad de economía mixta como la nuestra, la PI requiere el concurso de los trabajadores, los empresarios, las empresas como organizaciones y el Estado. Hay quienes avizoran que en la pos pandemia surgirá una nueva institucionalidad socioeconómica. No lo sabemos, pero lo vemos poco probable. Sí es seguro, en cambio, que la PI no solo requiere mucha mejor calidad de políticas públicas. También necesita una renovación de las empresas, de la calidad de sus prácticas de y de la integración y la participación de los trabajadores, para construir así organizaciones empresarias que aporten más y mejor a la productividad inclusiva.