El derrocamiento de Bashar al Assad terminó con 50 años de un régimen opresor en Siria, apuntalado por Rusia, Irán y su grupo aliado libanés Hezbollah. Pero su caída está acompañada por una enorme incógnita sobre el futuro del país tras la conquista del poder de una gran coalición islámica liderada por una milicia que hasta hace pocos años era el brazo armado del grupo terrorista Al Qaeda en la zona.
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