En el marco de la semana intensiva de la Maestría en Política, Derecho y Gestión Ambiental, y con la visita de una experta de la Universidad de Arkansas, la Escuela de Gobierno ofreció una masterclass para reflexionar acerca del fenómeno de las migraciones por el cambio climático.
Según las estimaciones del Banco Mundial, para el año 2050, unos 216 millones de personas podrían verse afectadas por desplazamientos forzados dentro de sus propios países debido al cambio climático.
Para reflexionar y generar un debate crítico sobre este fenómeno, la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral organizó una masterclass denominada “El Clima Nos Une: Jornada sobre Migración y Desplazamiento Ambiental en América”. La actividad, que se llevó a cabo en el marco de la semana intensiva de la Maestría en Política, Derecho y Gestión Ambiental el pasado miércoles 23 de julio, fue precedida por unas palabras de bienvenida de Alfonso Santiago, director de la Escuela de Gobierno.
Presentados por Belén Aliciardi, coordinadora académica de la Maestría en Política, Derecho y Gestión Ambiental, los especialistas Amelia McGowan (directora de la Clínica de Derecho de Inmigración de la Universidad de Arkansas), Sebastián Putzoli (graduado de la Maestría en Relaciones Internacionales de la Universidad Austral y punto focal de las Cooperaciones Técnicas del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe-CAF-) y Paz Gamell (Asistente de Proyectos de la Organización Internacional para las Migraciones -OIM-), analizaron la temática desde diferentes perspectivas, incluyendo las causas, consecuencias y posibles soluciones, en procura de identificar la cuestión como clave en la lucha contra el cambio climático y la promoción de la justicia social.
McGowan centró su exposición en el fenómeno migratorio de los habitantes de las islas Marshall, un país insular ubicado en Oceanía. El 10 por ciento de su población se trasladó a Springdale, un pueblo de Arkansas, ubicado a unos 10 mil kilómetros de su tierra natal, que enfrenta una grave amenaza por el cambio climático, especialmente por el aumento del nivel del mar y los fenómenos meteorológicos extremos.
“Esta historia dice mucho sobre la migración climática. Esta población tuvo que hacer una nueva vida en un nuevo país. Es una historia de seres humanos, cuyos hogares fueron destruidos por el mismo mar que les dio vida e identidad durante generaciones. Tuvieron que abandonar sus hogares y establecerse a cientos de kilómetros del mar. Es una historia de tremenda resiliencia y un llamado a la acción”, relató McGowan.
Compuesta por 29 atolones, 5 islas principales y mil islas más pequeñas, ricas en diversidad marina, las islas Marshall fueron un antiguo sitio de pruebas nucleares realizadas por Estados Unidos. “Su cultura tiene que ver con el mar, ese mismo mar que ahora destruye sus hogares. El nivel del mar viene en aumento y, según las estimaciones, para el 2100 aumentará más de un metro, lo que podría sumergir al 40 por ciento de las edificaciones de la capital. Además, casi el 100 por ciento de la ciudad está en riesgo por inundaciones frecuentes”, explica la profesora de la universidad de Arkansas
“Desde 1986, los ciudadanos de las islas Marshall han podido vivir y trabajar en EEUU sin visa, lo que ha facilitado mucho el ingreso, pero esto no les ofrece una protección significativa frente a los efectos del cambio climático. Tienen un estatus migratorio precario. La convención de refugiados no contempla la mayoría de los impactos humanitarios”, advierte. Encima, con la administración de Donald Trump, “están en mayor riesgo de detención o deportación”.
“Hay una preocupación creciente para los que son obligados a regresar a las islas. ¿A dónde van a regresar y cómo sería la repatriación si su propio país estuviera desapareciendo?”, se pregunta McGowan, introduciendo el enfoque de los derechos humanos.
Por su parte, Putzoli -magister en Relaciones Internacionales de la Universidad Austral, con especialización en cooperación internacional y con tesis vinculada a las migraciones climáticas- afirmó que la migración por la cuestión climática es “una de las agendas más prioritarias y urgentes a nivel global”.
“No es un tema que puede ser abordado de manera aislada, sino con la cooperación regional y con un enfoque en derechos humanos, con el ser humano en el centro del análisis y desde la gobernanza global”, aseveró.
Putzoli habló de la “relación directa entre el cambio climático y las migraciones” y explicó que “los efectos en las personas son multidimensionales, ya que genera daños en la salud, la seguridad hídrica, la alimentación, especialmente en los sectores más vulnerables que viven en ciudades”. Y advirtió: “Las poblaciones vulnerables son especialmente susceptibles a las consecuencias del cambio climático. Las consecuencias son tremendas”.
De las 77 ciudades más grandes de América Latina, 60 son costeras y están amenazadas por la subida del nivel del mar. “Esta proyección muestra que, para el 2050, 47 millones de personas estarán viviendo en zonas costeras de baja elevación”, indicó Putzoli.
Al hablar de la necesidad de políticas públicas que piensen y actúen ante este fenómeno, Putzoli reflexionó que “no puede haber un Estado ausente, ni una sociedad civil y empresarial que actúe de manera aislada” ya que es necesario implementar “políticas públicas, planes y tener una decisión política de ir a los foros internacionales y poner esta agenda prioritariamente” sobre la mesa.
Al concluir su exposición, citó al papa Francisco: “El fruto de la humanidad está en manos de quienes vean al otro como un igual y a sí mismos como parte de un nosotros”, y recordó que de su primer viaje a la isla de Lampedusa –motivada por la tragedia de los naufragios de inmigrantes- a la encíclica Laudato Si’ el pontífice argentino fue una voz potente en el mundo que advirtió sobre este fenómeno.
Finalmente, Paz Gamell -de la OIM- enumeró los tipos de movilidad climática y citó cifras que indican que América registró 13,1 millones de nuevos desplazamientos internos por desastres en el año 2024, contra el 2,1 en 2023, lo que marca un crecimiento exponencial.
“Las poblaciones más vulnerables suelen tener menos oportunidades para adaptarse localmente o para alejarse del riesgo y, cuando se mueven, a menudo lo hacen como último recurso y en condiciones de vulnerabilidad”, advirtió.
En su exposición, señaló que “el desplazamiento se produce cuando se alcanzan los límites de la adaptación y la resiliencia. Es un síntoma de las pérdidas y daños sufridos por las comunidades afectadas por el clima”.
A modo de reflexión final, la representante de la OIM sostuvo que “la movilidad humana en contextos de cambio climático no es un fenómeno futuro, ya está ocurriendo” y “las pérdidas y daños no son solo materiales: afectan derechos, vínculos, identidades”.
“¿Qué capacidades necesitamos fortalecer desde lo local, lo nacional y lo regional? ¿Cómo garantizamos que las respuestas sean inclusivas, sostenibles y con enfoque de derechos?”, dejó la especialista como interrogantes finales.
Finalmente, el cierre de la actividad estuvo a cargo de Sofía del Carril, directora ejecutiva de la Maestría en Relaciones Internacionales, y de Belén Aliciardi, que agradecieron a los expositores por su tiempo y ponencias así como a los alumnos y participantes que asistieron a la masterclass.
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