Las redes sociales, tan inequívocamente y al mismo tiempo hijas y síntoma de la Modernidad líquida, han heredado sin embargo uno de los rasgos más decisivos de la Modernidad sólida: ser máquinas productoras de distancia, ingenios de la lejanía, por eso en un mundo virtual que exalta la distancia, estar cerca del otro en el mundo real, ser próximo, se convierte en un acto subversivo, en un gesto de resistencia y hasta de disidencia.