El ser humano, definido por Heidegger como “el animal que cuenta historias”, se revela por lo tanto en su esencia más profunda como “animal narrans”, tal y como lo denomina Byung-Chul Han en su obra La crisis de la narración, lo que sin ninguna duda implica que esta condición narrativa no constituye un mero ornamento cultural, sino la estructura ontológica fundamental que permite habitar el mundo: así, la narratividad opera como un continuo proceso hermenéutico que domestica el caos de la experiencia, transformándola en cosmos inteligible.