Por fortuna, lo real se resiste (todavía) a su digitalización absoluta, al megalómano proyecto tecnológico que pretende convertir toda experiencia en información, en dato, en simulacro. En efecto, frente a todo ello la realidad responde con una negatividad radical, precisamente como lo que no puede ser totalmente absorbido, lo que escapa, lo que se sustrae a la visibilidad total. En esa sustracción reside su poder pues, aunque la tecnología puede crear simulaciones cada vez más perfectas, en su misma perfección algorítmica pierden precisamente lo que hace real a lo real: su imperfección constitutiva, su resistencia, su opacidad.