Ing. Emilio Lopez Gabeiras, decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Austral, participó del ciclo Negocios del futuro de La Nación + | La fórmula de los que entienden lo que viene.

Crédito: Fabián Malavolta y Fernanda Mastrangelo para LN
Durante su presentación, titulada Educar en tiempos de singularidad: saber, sentido y tecnología, invitó a los oyentes a reflexionar sobre el rol que ocupan hoy las universidades en la formación y acompañamiento de los jóvenes para prepararlos para un mundo que se encuentra en constante cambio.
Emilio destacó que el desafío es educar en tiempos de singularidad, en un mundo que cambia más rápido que nuestra comprensión. Citó ejemplos de avances tecnológicos de los últimos años, algunos muy llamativos: mientras que la electricidad tardó 40 años para alcanzar el 80% de adopción, el ChatGPT en solo 2 meses llegó a 100M de usuarios.
Más aún, la adopción del celular hoy es mayor que la electricidad, tal es así que existen regiones en el mundo donde las personas tienen un teléfono móvil en sus manos, pero viajan a algún lugar cercano para poder cargarlo. Paradójico pero real.
Estos avances muestran que la curva del cambio en los últimos 50 años se ha acelerado exponencialmente. En palabras de Emilio: “ya no crecemos linealmente, vivimos exponencialmente”. Nos estamos acercando a un punto de singularidad tecnológica, en el cual las cosas se nos escapan de nuestra comprensión.

La pregunta que Emilio invita a pensar es si estamos enseñando lo que realmente importa. En este sentido, las universidades juegan un rol fundamental, ya que son quienes deben generar personas libres con pensamiento crítico y con la capacidad de redefinir las nuevas tecnologías. “La educación debe fomentar el juicio ético, la empatía y el sentido”, enfatizó Emilio.
Más aún, el futuro del trabajo exige afrontar una carrera del humano, donde las máquinas ocupan un rol protagónico, pero el ser humano dota de sentido al trabajo asistido por la tecnología. Es en este desafío donde las universidades entran en juego. ¿Para qué vamos hoy a la universidad? Porque nos prepara el criterio para poder procesar información y encontrar un equilibrio entre tecnología y humanidad.
Por otra parte, el rol del docente es convertirse en un guía y facilitador para potenciar al alumno, con información que este muchas veces obtiene de otras fuentes. Ya no solo se imparte conocimiento, sino que quien está frente a una clase debe ir un poco más allá. El decano de la Facultad de Ingeniería resaltó: “la universidad debe ser un espacio humano donde se puedan compartir experiencias y a un nivel más profundo del que la IA nos puede dar”.
El desafío no es técnico, sino que es profundamente humano. La tecnología avanza, pero nosotros decidimos qué rumbo y qué sentido le damos. Hay que adoptar tecnologías nuevas, pero, lo más importante, es saber hacia dónde queremos ir.

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