Sin saberlo, asistimos cada día a una ceremonia meticulosamente orquestada, un producto del diseño más sofisticado, pero que no se celebra en templos ni catedrales, como antaño, sino en “shoppings”, pantallas y redes sociales: la ceremonia de la confusión, el rito contemporáneo que consagra la equivalencia entre tener y ser, convirtiendo la acumulación en sacramento profano y el consumo en plegaria ritual.