Beatificación de Ceferino Namuncurá

El cardenal Tarcisio Bertone, secretario de estado y enviado papal, proclamó el domingo 11 de noviembre beato a Ceferino Namuncurá en una ceremonia de beatificación celebrada en Chimpa y, Río Negro, localidad natal del salesiano.

Teresa Velazco Suarez, profesora de la Universidad Austral, se unió a los festejos en honor a Ceferino Namuncurá y en tarde del viernes 9 de noviembre partió, junto a jóvenes de distintos colegios y algunas familias, de la Estación Constitución en un tren que después de 16 años volvió a andar por los caminos abandonados del sur argentino.

El tren recorrió muchos pueblos que se alegraron al verlo en funcionamiento y que se unieron al festejo en honor al beatificado indiecito. Finalmente, luego de dos ventosas y frías noches en el tren, la peregrinación llegó a destino en una mañana gloriosa. A continuación, algunos extractos del testimonio de la Profesora Teresa Velazco Suarez.

Un viaje inolvidable en el tren de la fe

“Nos encontramos en Constitución el viernes por la tarde. Cada uno de los 350 se sintió convocado a participar de esta

experiencia única: reandar los caminos hacia nuestra amada Patagonia por las vías y estaciones abandonadas hace 16 años.

Esto sólo fue posible gracias a un esfuerzo de Ferrobaires y de Alex Vallega , coordinador del centro patagónico de la UCA, verdadero heredero del espíritu salesiano de amor por nuestro sur.”

“El lema que nos convocaba resumía y nos recordaba el sentido de la vocación y misión de nuestro querido indiecito Ceferino: “para servir mejor a mi pueblo y a mis hermanos”. Ese fue su sueño y por él se fatigó incansablemente para servir más y mejor, para abrazar a nuestro pueblo con su amor.”

“En cada estación la gente salía de las casitas a saludar con alegría el paso del tren. El viaje fue maravilloso, nos cedieron cuatro vagones y una locomotora para realizar este sueño. Los vagones estaban repletos por nuestros jóvenes, estudiantes secundarios de cuatro colegios, comprometidos con la identidad de nuestra patria, la tierra de nuestros padres y de nuestros indios, comprometidos con el don de la fe, regalo inmenso que recibimos con sangre, sudor y lágrimas de tantos misioneros jesuitas y salesianos.”

“En el primer vagón se ubicó el Colegio Etcheberry Boneo, haciendo memoria del espíritu de su fundador,

siempre comprometido por la evangelización de nuestra cultura. En el segundo vagón viajó el colegio Santo Tomás de Aquino de la UCA, con la familia del rector como principal referente. Allí nos instalamos todos los que nos habíamos anotado en la UCA, como fue mi caso. El tercer vagón lo ocupó el colegio San Pablo de varones, y en el último se encontraba el matrimonio Braconi y la familia Laje de Bella Vista con su colegio, “La providencia”. Estos nuevos educadores dieron el mejor testimonio de continuidad con la misión que una vez habían llevado a cabo tantas congregaciones. Estos nuevos educadores son un don para la Argentina de hoy; realizan la tarea maravillosa de recordar a nues

tros jóvenes la alegría de los valores y los principios de nuestra fe. En este viaje aprendí, descubrí y agradecí la labor de los laicos comprometidos con la misión evangelizadora.”

“La noche del viernes casi no pudimos dormir por el frío invernal que hizo. El sábado los vientos patagónicos soplaron con toda su fuerza, estaban allí para recordarnos que la tarea de evangelización de nuestras tierras no fue fácil. A las 19 h llegamos a Pichimahuida, en el límite de Río Negro y la Pampa. Los 350 peregrinos celebramos con alegría el cumplimiento de nuestra primera etapa. Cruzamos un viejo puente y del lado pampeano nos recibió una familia que hace 40 años hace patria en esa zona. Con una generosidad indescriptible nos esperaban con un asado y varios fogones, así que después de la misa comenzó la fiesta: los jóvenes tocaron lo mejor de nuestro folklore.”

“A las 5 de la mañana dejamos atrás Pichimahuida. Al igual que el día anterior, la gente de los pueblos salía a saludarnos. Estaban alegres y agradecidos porque íbamos a honorar a su indiecito, y también rogaban la vuelta del tren. En esta parte de la peregrinación ya se habían sumado la familia García Llorente, varios matrimonios jóvenes, tres embarazadas y bebés de pocos meses. En los vagones seguían los trucos, los juegos, las rondas de mate.”

“El domingo a las 10 de la mañana nos recibió Chimpay con un día increíble. Ceferino se lo merecía, era un día histórico para la Iglesia y para nuestro país. Marchamos juntos cantando y la gente nos recibió con entusiasmo. La explanada de la beatificación estaba repleta y comenzaba la verdadera fiesta. Apenas comenzó la misa se escuchó el acto penitencial en mapuche con sus prerrogativas nativas, las que alguna vez nuestro Ceferino habría rezado. Le siguió el rito propio de beatificación. Nuestro Obispo y la familia de Namuncurá pedían a Pedro en la figura de Bertone otro milagro salesiano: que se inscribiera en el Libro de los Santos a nuestro indiecito. Y así fue. En nuestro suelo patagónico, bajo el sol y un cielo azul profundo, resonaron las fórmulas que hacían cierta esta realidad.”