Qué no hablamos de la pobreza
Podemos hablar, pensar y escribir sobre inumerables inquietudes que surgen cuando confrontamos la realidad de que no se publican oficialmente los datos de pobreza en el país. Podemos hablar del daño multifacetico que causa el ocultar esta información, del escenario electoral y las conveniencias coyunturales, pero en general las conversaciones derivan en peleas sobre cómo medir la pobreza. Ahora bien, ¿de qué no hablamos cuando no hablamos de pobreza, o de qué no hablamos cuándo hablamos de todo lo que rodea a la pobreza sin hablar de las causas de la pobreza?
La pobreza es la humanidad no queriendo ver las malas consecuencias del desarrollo, es un costo no deseado del desarrollo de largo plazo, es la crisis del capitalismo. Como plantean Banerjee y Duflo en su magnífico libro, Poor Economics: A Radical Rethinking of the Way to Fight Poverty, las grandes preguntas sobre la temática sólo nos enfrentan a posibles grandes respuestas que son imposibles de dar en el corto plazo. Ellos plantean que hay que tener una postura más práctica y realista, y cambiar las grandes preguntas por las pequeñas. ¿Por qué no discutir sobre la mejor manera de combatir el dengue, la diarrea y la desnutrición, los principales flagelos que impiden a las personas salir de la pobreza por sus propios medios? Siendo concretos, cuando no hablamos de la pobreza en sí, dejamos de pensar, por ejemplo, en cómo romper el ciclo del narcotráfico, que utiliza a la gente pobre y los barrios carenciados como bases de operaciones.
Esta postura supone que las personas pueden salir de la pobreza por sí mismas, poniendo en acto sus capacidades, pero que hay condiciones de posibilidad, como la salud, educación y seguridad. Además, asume que hay que cumplir para que lo que está en potencia se vuelva una realidad. La sociedad debe garantizar estas condiciones. En este sentido, no querer hablar de la pobreza es no tener la intención de contemplar que la sociedad no está garantizando mínimos para todos sus habitantes. No querer hablar de pobreza es no querer hacerse cargo de solucionar problemas puntuales de salud, educación, seguridad y narcotráfico.
Desde otro punto de vista, pero en la misma línea, luchar contra la pobreza es luchar contra las tres leyes que imposibilitan cualquier cambio: la inercia, la incompetencia y la ideología. La inercia de hacer siempre lo mismo (y esperar resultados distintos), la incompetencia para poder solucionar problemas prácticos y la ideología para mirar a las personas que tienen los problemas, y no a sus ideas, colores, o creencias.
En el fondo, luchar contra la pobreza es trabajar para devolverle la autoestima a las personas -no la dignidad, que nunca pierden por el hecho de ser personas- de volverlas capaces de hacer algo por ellos mismos con su vida. Daniel Cerezo, fundador de CreerHacer y que ha recorrido un camino desde la pobreza material, dice muy claramente que pobre es quien no tiene proyecto, no quien no tiene cosas materiales: quien no tienen un proyecto de futuro no tiene nada, y se resigna a lo que le ha tocado.
Por último, a los que nos toca estar en puestos de formación profesional, debemos trabajar para transformación de las personas, parque que cada vez más individuos lideren un cambio positivo en la sociedad desde su lugar.